martes, 20 de mayo de 2008

En una isla desierta


Previously, on Lost
... No, este no es un avance del próximo episodio de Perdidos. Es que esta semana en dos ocasiones me han hecho plantearme los pros y los contras de estar en una isla desierta. Y cuando digo en una isla desierta es sin ningún tipo de vida animal alrededor. Solo tú, con tus pensamientos, la brisa, la playa, el sol y la soledad.

No nos vamos a poner a analizar cómo sobrevivir en una isla desierta. No es mi intención averiguarlo ni hacer un remake de Náufrago. Mi intención es tan sólo conocer cómo debe de sentirse uno alejado de todo. Sin más entretenimiento que tu imaginación, sin más conversación que tu autocontestación, sin más rival que el tiempo. Allí, en ese mundo, en alguna ocasión todos hemos querido estar.

Aunque el motivo, siempre suele ser el mismo para todos. Huír de los problemas, de las preocupaciones, del estrés, de la ansiedad, de las personas, de las responsabilidades. Dejar aparcado todo, olvidarse de todo y reencontrarse con uno mismo.

Quiero seguir en la ciudad. Me gusta que la vida me lo ponga difícil, con obstáculos, con fuertes pendientes, con rachas de viento en mi contra. Luchar por abrir nuevas puertas y encontrar nuevos caminos, aunque el trámite me magulle, me lastime, me hiera. Al final, todo queda en cicatrices que hablan de miles de experiencias.

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