lunes, 18 de agosto de 2008

La vida avanza: un paso más


Pues con la tontería, nos hemos plantado en 18 de Agosto de 2008, y teniendo en cuenta que voy a considerar este día como un día especial para recordar, me he decidido a dejar plasmado algo de mis emociones aquí. Tampoco voy a ser específico, porque aquellos que me conocéis ya lo sabéis u os enteraréis en breve, y el resto quizás no lo entendáis del todo porque quizás es algo largo de explicar.

Ha sido un día con mezcla de emociones, siempre todas de esas internas, las que me gusta gozar o sufrir para mis adentros, sin más. Sí, también sabéis que soy un tío expresivo, que no me cierro, que no me importa mostrar lo que siento. Pero también sabéis que muchas veces se lleva el rock o el réquiem por dentro. No hay nada triste que contar, que eso es muy bueno para empezar. Simplemente, hechos y acontecimientos que te pueden llegar a marcar por dentro, algo que extraes del día a día y que para la mayoría es algo microscópico y para tí un mundo.

Sólo puedo decir que me alegro por ellos. El 18 de agosto lo recordaré, seguramente, porque hubo un sonido más en este mundo. Sé que mi vínculo con ese sonido es casi inexistente, pero son muchas cosas las que me han venido a la cabeza cuando he conocido la noticia. Felicidades.

También ha sido un día de confirmaciones. Mi punto en el mapa ya puedo colocarlo en otro lugar más. Y saber que me espera otra vida dentro de muy poco y que ya no hay marcha atrás es algo que me alegra y me asusta a la vez. Lo mejor es que sigo teniendo la oportunidad de hacer lo que quiero y lo que siento, y eso me llena todavía más.

No me puedo olvidar de otro pensamiento que me baila por la cabeza. Es una danza clara, pero extraña. Como si fuera un baile rockero con melodía de tango. Como si mis pies quisieran tomar un camino, aunque en realidad quieran tomar otro. Qué bello es vivir en días así.

Un beso enorme a todas y todos.

martes, 5 de agosto de 2008

Popurrí en la Costa del Maresme

Tuvimos momentos para todo este pasado fin de semana en Calella de Mar. Hubieron demasiadas horas de por medio, por lo que tanto pudimos compartir una exquisita barbacaoa como unos buenos chapuzones entre las olas sin olvidar pasarnos por las Urgencias del Hospital. Nada grave por eso. Al pobre Ramsès le entró una reacción ocular el primer día, nada que no se pudiera remediar con la medicación correspondiente.

El viernes fue un día ajetreado. Partimos bien temprano de Barcelona y tras recalar en la que iba a ser nuestra vivienda durante el fin de semana nos dejamos de boberías y nos dirigimos al tema: la comida. Menudo festín entre pecho y espalda nos hemos metido este fin de semana, y porque no se compró más. Playa, siesta después de comer y más playa. Ni escrito en el Manual del Dominguero, oye. La duchita de rigor, a ponerse majete, paseíto con cabezada incluída por el Hospital y el desmadre.

No me extraña nada nuestro ánimo, energías y rostros que teníamos el sábado. El alcohol voló, como volaron muchas otras cosas que iban desapareciendo de su sitio. Pocos fueron los que acabaron como empezaron la noche, por no decir ninguno.

Así que el sábado fue más de relax, con visita incluída, nuevamente con playa de por medio, pero con una noche más tranquilita. Algunos se fueron a dormir antes que otros, algunos con más miedo que otros, pero todos con la satisfacción de que todavía quedaba el domingo.

Y llegó el que suelen llamar el día del Señor. Y ahí se volvió a recuperar las fuerzas, el ánimo y las ganas de comer. Aunque el manjar llegó tarde a la mesa, sedujo a todos y nos reactivó. Únicamente faltaba remojarse con la manguera como guinda de un buen fin de semana. Porque a pesar de tomarme el primer café con leche con azucar moreno, a pesar del olor a suegro muerto del garaje, a pesar del mal sabor del ron de seis euros y a pesar del tío imaginario que estaba sentado delante de la puerta de la cocina; pasar un fin de semana con todos vosotros no tiene precio.