Hacía tiempo que no tenía uno de estos días tan raros. Esos en los que no puedes evitar tumbarte en la cama y pensar. Y precisamente no te paras a analizar el porqué de cosas estúpidas, no. Siempre acabas pensando en cosas chungas y que te complican un poco más el sueño.Hoy me he puestoel pijama, he abierto la cama, he colocado la almohada y me he puesto a pensar. Y hacerlo a partir de las 00:00 horas nunca puede ser bueno. Y hoy me ha dado por creer que necesito un cambio en mi vida ya.
Y me han venido a la cabeza todos esos sandwich del desayuno, los mismos que cada día; los mismos kilómetros que recorrer en moto, las mismas claves para entrar al mismo ordenador del trabajo, los mismos minutos que tengo que apurar al día para comer, las mismas páginas de Internet que consultar, el mismo programa de radio que escuchar...
Pero a pesar de ello me he dado cuenta que siempre he estado cambiando, sin estar en un lugar fijo donde quedarme, con una mano a la que agarrarme, con un sonido con el que despertarme. Mi vida siempre ha estado llena de cambios, y hace poco volvió a haber otro bastante importante que me desubicó un poco. Pero lo cierto es que no me dan miedo los cambios. Me da miedo que no vuelva a haber más. Me da pánico acomodarme a un trabajo, saber lo que voy a hacer dentro de un mes, quién me va a acompañar una tarde en un café o qué voy a tener que planear.
Todo esto me ha hecho pensar que lo primero que voy a hacer mañana es cambiar el sandwich por una taza de leche con cereales...
